Cómo se puede empezar a confiar en los demás, después de haber padecido engaños y deslealtades.
Para sanar una herida emocional hay que mirarla de frente, darle espacio, abrazarla. Pero la sanación tiene también una dimensión propositiva.
Esa seguridad no se instala por lamernos las heridas y confiar (ciegamente) en los otros, sino por empezar a confiar (justificadamente) en nosotros mismos: en nuestra capacidad para estar —sin autoengaños— alineados con nuestros valores y propósitos (entre los cuales han de estar siempre el autocuidado y el autorrespeto).
Cuanto menos nos engañamos respecto a nuestras intenciones y motivaciones, menos pueden los demás engañarnos respecto a las suyas.
Comprométete con un propósito que dé sentido a tus días, con un proyecto vital que te entusiasme, y el problema de la desconfianza se irá disolviendo. Atraerás a los tuyos sin esfuerzo y soltarás sin desgarro a quienes están en otra sintonía.